Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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lunes, 30 de septiembre de 2013

RODRÍGUEZ, Jorge Raúl. PADRE DE LA UNIVERSIDAD



Por: Miguel Ángel De Marco

Fue uno de los legisladores nacionales que mayor actividad desplegó en defensa de los intereses rosarinos. Su temprana muerte privó la ciudad de uno de sus más grandes paladines.



En 24 de junio de 1929 fallecía tempranamente, a los trein­ta y ocho años, uno de los le­gisladores nacionales más activos en la defensa de los intereses rosarinos: Jorge Raúl Rodríguez, de la Unión Cuica Radical. Fue diputado nacio­nal entre 1916 y 1929 y jefe de policía de Rosario en el primer gobierno ra­dical. A su iniciativa se deben la ley de creación de la Universidad Nacio­nal del Litoral, sancionada el 27 de agosto de 1919; la radicación de sus facultades en Rosario; la creación de la Escuela Normal de Maestros N•3,  la Escuela Industrial y la insta­lación del Correo Central, en Córdo­ba y Buenos Aires. Una efigie de su persona fue emplazada en el límite oeste del municipio, en el inicio de la ruta a Casilda. Pocos legisladores nacionales despertaron tanta admiración y gratitud en los rosarinos, tal como se evidenció en ocasión del traslado de sus restos mortales al mausoleo levantado en su memoria en el cementerio El Salvador, el 27 de diciembre de 1942.

El 14 de agosto de 1919 el mismo diputado Rodríguez junto al doctor Luis Agote presentó un proyecto que fue aprobado en general por la Cámara, propiciando la creación de la Universidad Nacional de Santa Fe con las siguientes facultades Ciencia Jurídicas y Sociales ( Santa Fe), sobre la base de la existente Facultad provincial de Derecho, de Santa fe; Química Industrial y Agrícola ( Santa Fe), sobre la base de la Escuela Industrial de la Nación, de Santa Fe, Ciencias Médicas, Farmacia y Ramos Menores ( Rosario), sobre la base de la Escuela de Medicina y Hospital del Centenario de Rosario; Ciencia Matemáticas, Físicas y Naturales ( Rosario), sobre la base de Escuela Industrial de la Nacional de Rosario; Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas ( Rosario), sobre la base de la escuela Superior de Comercio de Rosario; Ciencias Económica y Educacionales ( Paraná), sobre la base de las escuelas de la Nación; y la Facultad de Agricultura, Ganadería e Industrias afines, con asiento en la ciudad de Corrientes. El proyecto fue aprobado definitivamente el 27 de agosto con variantes entre las que se destaca el cambio de nombre de Universidad Nacional de Santa Fe por el de Universidad Nacional del Litoral.

Fuente: extraído de la revista del diario La Capital  de 140 aniversarios. Año 2007

viernes, 27 de septiembre de 2013

La Florida DE PUEBLO A BARRIO


Veinte años después, en 1919, la ciudad de Rosario extiende sus límites hacia el norte. El arroyo Ludueña deja de ser el fin del municipio, pasando a ser (aproxi­madamente) la actual Avenida de Circunvalación. Por consiguiente Alberdi, Sorrento, Nuevo Alberdi y La Florida son anexados a la floreciente y pujante ciudad de Rosario.
La Legislatura Provincial sanciona las leyes N 1970 del 02/01/1919 y N. 1982 del 13/06/1919 donde se establece dicha anexión. (Cf. CignoliJ-73)

El segundo loteo
En el año 1924 se procede a un segundo loteo del barrio, realizado por Pessan y Compañía por mandato de los descendientes de don Esteban Segundo Frugoni. Se levantó además un plano nuevo, realizado esta vez por el ingeniero Lucio Bernard.

Fuente: Bibliografía  publicada en la Revista “Rosario – Su Historia Fascículo N• 61
Marzo de 2008.

jueves, 26 de septiembre de 2013

EL PRIMER AERO CLUB ROSARIO


Sin lugar a dudas, la aviación ha sido una de las actividades que en el menor tiempo posible adquirió real magnitud.
En su edición especial del 14/11/1967, al re­ferirse a ello, el Diario La Capital, asi se expre­saba:
"Breve su historia, porque el modernismo pa­só de una etapa a otras con vertiginosa rapidez y las primitivas máquinas, demostración de la ca­pacidad del hombre, de pronto se convirtieron en informales máquinas de destrucción en la es­pantosa guerra que se inició en 1914. Historia con la brevedad de las proezas y perdurable co­mo ellas, ésta que comprende la formación y sur­gimiento de ¡a aeronáutica argentina con sus ca­balleros de la intrepidez y de la osadía que po­blaron nuestro cielo con sus maravillosas inquie­tudes sin pausa, que todavía adquirió mayor grandeza porque en un momento y en otros cie­los, los del viejo mundo, la misma causa estuvo al servicio de la devastación".
Entusiasmados por los éxitos alcanzados por la aviación durante la contienda bélica que ter­minaba en Europa; contagiados por el éxito lo­grado por el "Aero Club Argentino", fundado el 12/01/ 1908 en la ciudad de Buenos Aires por dis­tinguidos hombres afines, tales como Aarón de Anchorena, el Coronel Arturo M. Lugones, Jor­ge Newbery. Alberto de Bary, Mayor Waldino Correa, Barón Antonio de Marchi, Sebastián Le-zica, Roberto D. Zimermann, Isaac de Oliveira César, Florencio Parravicini, etc.; pero más que nada alentados por las gestiones que la Misión Francesa de Aviación, que ya había comenzado a desarrollar su acción en la Capital Federal, ha­bía solicitado a la Municipalidad de Rosario, se­gún asi lo consigna La Capital en su edición del 12/10/1919, la concesión temporaria de un te­rreno en esta ciudad a los efectos de establece: los hangares y demás instalaciones de una Esta­ción intermedia, un pequeño, pero caracterizado grupo de calificados vecinos de Rosario, enca­bezados por don Alfredo J. Rouillón, debida­mente compenetrados del grado de progreso que la aviación ya había alcanzado y del futuro promisorio que dicha actividad significaba, no ya como arma de destrucción, sino mas bien para el desarrollo civil de la nación, resuelven fundar en el mes de noviembre de 1919, una entidad a la que se le dio el nombre de "AERO CLUB ROSARIO".
Fijadas las bases de la novel Institución, y ele­gida su primer C.D. que estuvo presidida por don Alfredo J. Rouillón, actuando como Secretario don Florencio Andrade, de inmediato sus auto­ridades se abocaron a la búsqueda de los elemen­tos primordiales para el desenvolvimiento de las actividades, es decir la provisión de los aviones que habrían de servir no sólo para ejercitarse los que ya tenían su brevet de pilotos, sino también para poderse impartir las enseñanzas y prácticas a todos aquéllos que quisieran adquirir los cono­cimientos de tal actividad.
La empresa no era nada fácil, más aún tenien­do en cuenta la escases de aviones en ése enton­ces en el país. Pero, luego de arduas gestiones realizadas por ante el Ministerio del Interior, el Club consigue, dados los fines perseguidos, se le hicieren donación de las siguientes máquinas: Dos Moraune Saulnier, tipo parasol, con motor rotativo marca La Rhone, de 80 HP; otro, de la misma marca, pero con motor de 110 HP; y un biplano marca Curtís Meteor, con motor de 90 HP. A l95 dos primeras de las máquinas nombra­das les fueron impuestos los nombres de "Ciu­dad de Rosario" y "Alfredo J. Rouillón", res­pectivamente.
Ya obtenidos los elementos indispensables, es decir las máquinas, se abre la Escuela de Pilota­je, a cuyo efecto se nombra como primer Ins­tructor al piloto francés D. Adrián Bedrignans, quién había llegado al país formando parte de la Misión Aeronáutica Militar Francesa. Los an­tecedentes de dicho piloto lo hacían acreedor al mejor de los reconocimientos. Su primer vuelo lo había realizado el 12/7/1912, y su bautismo de fuego lo tuvo el 21/9/1915 como integrante del Regimiento 7o Genie, con el cual cumplió 75 mi­siones de bombardeo. Su campaña principal lo fue en el frente Belga, habiendo obtenido activa par­ticipación en las batallas libradas por los aliados en el Somme, el Aisne, y el Oise; y a mérito de todo ello recibió las siguientes condecoraciones: La cruz de guerra Francesa, una estrella de bron­ce, una de plata, y una palma; la cruz de guerra Belga; y la medalla militar de la misma naciona­lidad con Palma de Plata. Su último reconoci­miento aéreo lo efectuó con fecha 11/11/1919, es decir el mismo día en que se acordó el armisti­cio.
En lo que respecta al campo de actividades, el Club instaló su aeródromo en el viejo Barrio El Saladillo, hoy Roque Sáenz Peña, de esta ciudad, en las inmediaciones de las actuales calles San Martín y Muñoz, lindando con las vías del F.C.C.A., hoy Mitre, levantándose sobre el mis­mo un precario cobertizo donado por el presi­dente del Club; hecho lo cual, de inmediato co­menzaron a desarrollarse las prácticas aéreas, co­mo asi también a ser usado por la Misión France­sa a que hemos hecho referencia anteriormente.
De los primeros pilotos que surgieron de la novel Institución hemos recuperado los nombres de su primer Secretario, don Florencio Andrade: don Pedro Ficarelli, que completara luego sus conocimientos en el Aero Club Argentino y que, años después, habría de pagar con su vida la pa­sión que sentía por volar; don Humberto E. Gat­ti, figura señera de nuestra ciudad, que tanto hi­zo para elevar los prestigios de nuestra aviación: de los dos últimos citados nos hemos ocupadc preferentemente en el capítulo anterior: don Juan Arfinetti, que años después, pilotean­do un Farmán 223, y representando al Círculo de Aviación de Rosario, habría de obtener el primer puesto en la prueba nacional que bajo el nombre de "Myriam Stefford", y con un recorri­do por las 14 provincias de la Nación, fuera reali­zada por primera vez por el Aero Club Argenti­no; De Marotte, Garay Díaz, Brochier, etc., asi como otros que, lamentablemente, y por la falta de documentación fehaciente nos impide rela­cionar.
El primer accidente aéreo ocurrido en el aeró­dromo del Saladillo, que se tienen noticias, lo fue el día 26/2/1920, cuando el aviador francés Julio Abel, al servicio de la Misión Francesa, y llevando como pasajeros a los señores Ignacio Montalvo, Juan Ariani, Guillermo Blanco, y Jor­ge Gaspary, éste último corresponsal de la Revis­ta Fray Mocho en Rosario, al querer aterrizar su­fre un serio accidente, por fortuna sin conse­cuencias  graves para el piloto y el pasaje, pero con el avión seriamente dañado, tanto que, para posibilitar el regreso del pasaje a Buenos Aires, el día 1o de marzo la Misión remite desde la Capi­tal Federal un avión Farmán al mando del aviador Adrián Bedrignans y de los técnicos E. Mathelin y A. Fargés. El nombrado piloto habría, poco tiempo después, pasar a desempeñarse co­mo instructor en nuestra ciudad, según se ha di­cho anteriormente.
La antes recordada revista "Fray Mocho", su edición del 2/3/1920 dá abundante y pormenorizada cuenta de los citados acontecimiento como así también los documentó gráficamente y de una de dichas fotografías, tomada desde aire, se advierte nítidamente la conforma que en ése entonces tenía el aeródromo. ]existencia de un único cobertizo.
El Aero Club Rosario inauguró oficial su aeródromo el día 17/4/1921 con una fiesta aeronáutica que concitó la atención de da la ciudad y alrededores. El diario La Capital, al comentar dicho acontecimiento, hace re que era tanta la afluencia del público interés en llegar al lugar, que el tranvía N° 8, a las l horas, ya era imposible tomarlo, y muchos poder hacerlo lo tomaban de regreso, y efectuaban todo el recorrido de vuelta e ida. Además fletó un tren especial, que debia partir de la Estación Rosario Central a las 14 horas, cuyo voy lo componía un total de 20 vagones, los fueron prácticamente asaltados por el público, tanto que llegaron a ocuparse no sólo los techos de los vagones, sino también la casilla del maquinista y, cuando ya no había más lugar para hacerlo, muchos se ubicaron a lo largo de la 1ocomotora apiñándose sobre el miriñaque. Al que dar en la estación una extraordinaria cantidad de público sin poder viajar, hizo que la Dirección del Ferrocarril habilitara otros dos trenes más.
Sigue informando La Capital, que el aeródromo presentaba un brillante golpe de vista, con sus gallardetes con los colores patrios, y los ae­roplanos alineados frente a los hangares. Las bandas de música de la Policía y del Regimien­to 11 de Infantería, turnándose,  alegraban el ambiente interpretando marchas. Se calculó en­tonces que en la recordada oportunidad se con­gregaron en el campo de aviación más de 20.000 personas.
El acto contó con la presencia del Vicegober­nador de la Provincia, D. Clorindo Mendieta; el Jefe Político de Rosario, D. Juan Cepeda; el In­tendente Municipal, Dr. I. Newell; el Coronel Andrés Guiraldes; el Coronel Mosconi; los Seño­res Esteban Juárez y Posse, en representación de los Aeroclubes de Córdoba y Tucumán, res­pectivamente; el Presidente del Aero Club Ar­gentino, Ing. Florencio Martínez de Hoz; el Dr. Schleisinger, etc.
Al iniciarse el acto, y luego de ejecutado y coreado el himno nacional argentino, el Presi­dente del Aero Club Rosario, D. Alfredo J. Rouillón, dirigió la palabra a los asistentes, sien­do escuchado con gran interés. Entre otros con­ceptos, el Sr. Rouillón, dijo:
"He esperado con vivo interés este momento,
y es que este momento para los que nos hemos
consagrado con la mayor intensidad de nuestras ilusiones y esperanzas al fomento de la aviación, y al arraigo de esta Institución nuestra que aquí veis tan floreciente, representa la consagración definitiva de grandes esfuerzos, la brillante coro­nación de una obra que, debo decirlo en obse­quio y justicia de quiénes me han acompañado a realizarla desde el seno de la comisión y de la asociación, con el mas desinteresado y perseve­rante entusiasmo, es obra de aliento para el por­venir, es obra de noble patriotismo, es obra de seguridad y grandeza para nuestra patria argenti­na que reclama el concurso constante de sus ha­bitantes para seguir marchando a la cabeza de los pueblos latino-americanos donde se colocara al tomar la iniciativa libertaria en las grandes jorna­das históricas de la Independencia Continen­tal. . . .Señores: Ante el digno testimonio de to­dos vosotros, declaro oficialmente inaugurado este aeródromo con sus correspondientes instala­ciones, del cual diré, parafraseando uno de los
más bellos conceptos de nuestra magna Consti­tución, que queda desde hoy abierto para todos los aviadores  del mundo que quieran utilizarlo. Asi debe ser, y asi es, en efecto, el espíritu de es­ta Institución; sin egoísmos, nacida en una tierra donde la libertad es la Ley, la democracia la norma, y ¡a hospitalidad el atributo de todos los co­razones. —He dicho— ".
Asimismo se refirieron a tan significativo acontecimiento, el Coronel Benavfdez y el Ma­yor Jorge R. Crespo.
Finalizado los discursos, comenzó el Festival aeronáutico, en cuya oportunidad el público si­guió con gran interés los vuelos en escuadrilla; si­mulacros de combate a cargo de pilotos extranje­ros partícipes de la guerra mundial; simulacro de bombardeo por aviones militares; vuelos de acro­bacia; etc. En dicha oportunidad quién acaparo la mayor atención de los asistentes lo fue el pilo­to inglés Mayor Shirley H. Kingsley, quién viajó especialmente desde Asunción del Paraguay, y que, al mando de un avión biplano marca de Havilland DH 6 o 9, con sus arriesgadas pruebas, fruto de las experiencias adquiridas durante la guerra, tuvo en vilo a los espectadores.
Posteriormente, con fecha 5/11/1922, gracias al aporte personal efectuado por Directivos y socios de la entidad, y en razón de que el tráfico aéreo era cada vez más intenso, se procede a la inauguración de un nuevo y moderno hangar, al que se le impuso el nombre de "Santos Dumont", como un sincero y justiciero homenaje a la figura de quién fuera uno de los precursores de la aviación a motor.
Este nuevo hangar, que por sus extraordina­rias medidas podía llegar a albergar hasta 20 aviones a la vez, de resultas de un fuerte tempo­ral que el día 26/9/1925 azotó todo el Sur de nuestra Provincia, en cuya oportunidad el vien­to adquirió gran intensidad soplando rachas ci­clónicas, resultó, lo mismo que otros dos cober­tizos, totalmente destruido, y con él todas las máquinas que en ese momento se encontraban en su interior.
De las 11 máquinas que en aquélla oportuni­dad se destruyeran, la única que puede decirse se salvó, fue el viejo avión Moranne Saulnier, ti­po parasol, de 80 HP. que hemos mencionado en otra parte de este capítulo, y que llegaba el nom­bre de "Alfredo J. Rouillón", máquina que fuera armada en Rosario, y piloteada por primera vez el 18/11/1920 por el recordado piloto Instruc­tor Tte. Adrián Bédrignans, y luego entre otros por sus discípulos Andrade y Ficarelli. Esta má­quina, después de una ligera reparación, estuvo nuevamente en condiciones de volar, y asi lo hi­zo durante mucho tiempo. Gracias a ella, pudo en principio el ACR. Seguir realizando sus activi­dades luego de aquél recordado siniestro.
El recordado desastre, que fuera el primer cimbronazo serio que sufría la Institución, unido a una situación financiera nacional que ya co­menzaba a flaquear, prácticamente hacían posisible una pronta reconstrucción y reposición de lo qué la naturaleza, en breves momentos había destruido. ¡Parecía todo acabado!.
Pero es entonces cuando vuelve a aflorar la extraordinaria personalidad de su Presidente D. Alfredo J. Rouillón, quién con su dinamis­mo, decisión, y desinteresada colaboración material, contagiando coraje a todos los que lo acompañaban en sus gestiones, les inyecta una nueva dosis de entusiasmo, y con ello, en poco tiempo nomás, el Club está otra vez en condiciones de continuar con la misión que se había propuesto cumplir en beneficio no sólo de la aviación sino de la ciudad toda.
Aconsejados por expertos en lugares geográfi­cos y de mejor estrategia para el desenvolvimien to de las actividades aéreas, se resuelve como pri­mera medida, proceder al cambio de ubicación del aeródromo, a cuyo efecto se consigue en arrendamiento una fracción de terreno de campo ubicada en el entonces pueblo Fisherton; se bali­za convenientemente el terreno; se hacen cons­truir dos hangares, a los que se les bautiza con los nombres de "Rouillón" y "Santos Dumont", respectivamente; con el aporte del único avión salvado del desastre, el antes recordado, y con IOS repuestos de los destrozados, se arman otros; y, asi en poco tiempo nomás, se vuelve a la casi normalidad, y el club, medianamente, en condiciones de volver a prestar su concurso en pro del desarrollo de la aviación civil, tanto que, gracias a esa fe y entusiasmo el 22/1/1927 el Club inaugura una línea privada de correo aéreo
entre nuestra ciudad y la de Victoria (E.R.), ser­vicio que, a pesar del éxito obtenido, pero por falta de apoyo oficial y de medios económicos suficientes como para mantenerlo, no pudo te­ner mucho tiempo de vigencia, y con ello se echó por tierra un proyecto por demás interesante Pero, a pesar de todo el entusiasmo y dedica­ción personal puestos al servicio del Club por sus Directivos, el mismo no conseguía volver a su an­tiguo nivel. Muchos de los primitivos pilotos ha­bían emigrado a otros lugares del país; Gatti ha­bía instalado ya su propio aeródromo en las proximidades de las calles Mendoza y Wilde; las pocas máquinas con que se contaban no estaban en óptimas condiciones; la situación económica-financiera deplorable, pues la ayuda que se soli­citaban a las autoridades pertinentes caían en el vacío absoluto; y, para mayor desgracia, por la falta de elementos primordiales para la realiza­ción de un balizamiento acorde para la pista de aterrizaje, el mejor avión que poseía la entidad, un Curtís Meteor, que con motivo de la Revolu­ción del 6/9/1930 fuera incautado por Fuerza Aérea, se estrelló contra uno de los hangares, de cuya resulta no sólo se perdieron la máquina y el cobertizo, sino también la vida del piloto que lo dirigía.
Todo aquéllos aceleró la caída total del Club. Cundió la desazón general; la situación económi­ca y política entonces vigentes en el país impe­dían hacer erogaciones mayores; por lo que, en definitiva, se resuelve dar por terminadas las ac­tividades de la Institución; proceder a la venta de los elementos que aún quedaban, y por ende a declarar a la misma totalmente disuelta.
De aquél primitivo y primer club de vuelo de la ciudad sólo ha quedado el recuerdo de sus Di­rectivos; gestiones realizadas en pro de la avia­ción; y semilla de lo que luego habría de venir. Asimismo, los diarios y revistas de la época, pe­lículas, fotografías, etc., recuerdan a quiénes lo dirigieran; sus primeros pilotos; sus máquinas, sus socios; etc.; como asi también aquellas me­morables jornadas realizadas ya sea en el viejo aeródromo de El Saladillo, con la visita de los primeros ases de la aviación , como lo fueran  Santos Dumont. el Capitán Almonacid, el  Barón  de Marchi, etc., o la brillante exhibición que la primera aviadora argentina- Da. Amalia  Figueredo, realizara con su avión biplano Famán, el día 16/5/1915; o las posteriores en d nuevo aeródromo de Fisherton. entre las que se destaca por su gran importancia, la gran concen­tración aeronáutica realizada el 1/10 1925 en ocasión de festejarse el segundo centenario de la supuesta  fundación de  Rosario,  de la que participaron 8 aviones de la Escuela Militar de la Nación al mando de su director Mayor Zuluaga; etc. En dicha oportunidad el Gobierno Nacional giró el importe de la primera cuota del total que se había adjudicado al club para posibilitar la compra del terreno de Fisherton. y que luego, por los motivos antes expresados. no tuvo fortuna de poder concretar.
Desde entonces, es decir desde su disolución, y hasta el 4/5/1938, en que se procede a la fun­dación o refundación, del nuevo Aero Club Ro­sario, las actividades aéreas dentro de nuestra ciudad habían quedado reducidas tan sólo a las realizadas por el aviador Gatti, con su aeródro­mo particular, y al Círculo de Aviación de Rosa­rio, entidad fundada el 30/4/1932, cuyo campo de actividades estuvo radicado primeramente también en la zona de Rosario, en terrenos que le fuera facilitado temporariamente por el Jockey Club de Rosario en Fisherton, para pasar posteriormente a la vecina localidad de Paganini, hoy Granadero Baigorria, a orillas del Río Para­ná, y luego, finalmente, a su predio particular de 39 Has., situado en la vecina localidad de Pueblo-Esther donde tiene actualmente radicadas todas sus instalaciones aéreas.
En la forma precedentemente consignada he­mos delineado, muy brevemente, la trayectoria del primer "Aero Club Rosario". A no dudar que los lectores, de la breve reseña de lo mucho que él realizara durante los escasos años de vi­gencia, habrán de compenetrarse profundamen­te de la real importancia que tuvo no sólo dentro de nuestra ciudad, sino en todo el país y en el extranjero mismo, pues su sede social y sus ae­ródromos conocieron la presencia de los mas destacados hombres del quehacer aeronáutico nacional y foráneos. Por ello, se agranda la vir­tud de sus fundadores y pilotos, verdaderos pio­neros en la materia, quiénes en una época en que aún el volar era todo una quimera, arriesgaron no sólo sus vidas sino también parte de sus bie­nes materiales para poder brindar a la ciudad, además del'mojón desde donde habrían de par­tir, años después otros que seguirían la senda que el mismo dejara al paralizar sus actividades, sino el surgimiento del progreso mismo de la ae­ronáutica de Rosario.
Por todo ello, consideramos que en ningún momento aquél viejo Club dejó de existir. Sólo permaneció en un letargo de pocos años, del que despertó cuando, en el año 1938, el nuevo  “Aero Club Rosario” incia sus  actividades
En definitiva y por todo lo realizó en pró de la actividad, su nombre y hombres, forman parte integrante del rico historial de la Aeronáutica Argentina.
Fuente: Extraídos del Libro ­ “Acercamiento a la Historia Aero Club Rosario” Ensayo : Nicolás E. De Vita. Hecho en Rosario en Mayo 1988

miércoles, 25 de septiembre de 2013

LAS MÁQUINAS VOLADORAS NO CEJAN

por Rafael Ielpi

Aquel año, pródigo asimismo en acontecimientos deportivos, iba a incluir entre éstos otra hazaña aeronáutica: la de Eduardo Bradley y Angel Zuloaga, que el 24 de junio concretan su viejo sueño de cruzar la cordillera de los Andes en globo, entre Santiago de Chile y Mendoza, elevándose a una altura de 8000 metros sobre los altos picos nevados y sumando otro hecho casi heroico a la gesta de los pioneros de la aeronavegación en la Argentina. Dos muertes, por razones disímiles, consiguen también impacto en los rosarinos: la de Rubén Darío, numen del modernismo americano, y la del moreno Gabino Ezeiza, prototipo casi legendario del payador repentista, quien actuara en Rosario en circos y escenarios parecidos, entre 1890 y los años del Centenario.
Poco tiempo después, la inminencia del nuevo año haría que el asesinato de Netri pasara poco a poco a segundo plano, no obstante la impresión que su muerte causara en la ciudad. Con el inicio de 1917, los rosarinos iban a encontrar otros motivos de atención, como la for­midable ola de calor con que comenzara el año, con temperaturas que en enero oscilaban entre 33 y 42 grados, o la condecoración que, en febrero, otorgara el rey de España, Alfonso XIII, a José Arijón, que reci­biera la de Comendador de número, con placa de la real y distinguida Orden de Isabel la Católica, que ratificaba la notoriedad que alcanzara aquel inmigrante gallego en una ciudad donde sus connacionales se contaban por millares.
El mismo mes se reiterarían en Rosario las apariciones de los intrépidos aviadores de la época pionera. Al comenzar la segunda quincena, Virgilio Mira, uno de aquellos arriesgados, consigue levantar vuelo al alba desde el Parque Independencia, intentando llegar a Venado Tuerto. La travesía tuvo como aliado a un cielo límpido, con ausencia de vientos, lo que le permitió volar a una altura media de 600 metros y descender, por problemas en el aparato, en la localidad de Elortondo, después de casi una hora y media de viaje, con el consiguiente asom­bro y entusiasmo de sus habitantes, desprevenidos ante semejante e inesperado visitante que, además, llegaba volando...
Virgilio Mira (en realidad Carlos Virgilio Mira d'Ercole), nacido en Taino (Como) en septiembre de 1890, había llegado a Buenos Aires en 1915 y se convertiría en poco tiempo en un personaje apasionante: en su taller, diseñó y construyó su propio avión, el "Golondrina I", una máquina voladora "atada con alambres" literalmente, y que según expertos como Domenjoz, no sería capaz siquiera de levantar vuelo.
No sólo voló sino que, a partir de allí, ese aeroplano se conver­tiría en antecesor del "Golondrina II", con el que Mira ganó cuanta carrera aérea se organizara y con el que realiza acrobacias que asom­bran al público en Buenos Aires y en Rosario, llegando a rechazar el avión italiano que en 1919 le ofrece como regalo la misión militar que visitaba la Argentina. El aviador, conocido por sus vecinos de Témperley, donde vivió y murió, como "El hombre-pájaro", "El loco Mira" y "El de las bicicletas voladoras", abandonó la construcción de aviones al entrar en vigencia las normas nacionales que reglamenta­ban esa industria.
Los rosarinos, pasadas esas novedades, volverían a ocuparse de los problemas derivados del crecimiento de su ciudad, que demandaba, era visible, obras públicas acordes con ese desarrollo urbano. El cam­bio del entarugado de muchas calles, pavimentadas con madera, era una de las demandas ciudadanas, cansados como estaban los vecinos de que las lluvias copiosas lo destruyeran con regularidad. Sobre fines de marzo, un ingeniero agrega otros datos en una nota en La Capital al afirmar: También son causa de la destrucción del entarugado los malos materiales y el descuido en el trabajo: ordenan la reconstrucción de los ado­quinados de madera que se destruyen después de una tormenta y ¡a tarea es ejecutada sin tomar otra medida que reponer las cosas como estaban antes de la tempestad...
Para entonces, este tipo de pavimentación era aún mayoritario en la ciudad, y el levantamiento de los adoquines terminaba con los mis­mos en el río, aunque permitiendo además que los necesitados se provean de leña abundante para su cocina, como denuncia el mismo diario. El profe­sional quejoso propone, por lo menos, alguna salida, como la concre­ción de obras de desagüe suficientes para permitir el escurrimiento de las aguas luego de las grandes lluvias: A no ser así, (el adoquinado) flota y es desarticulado y trasladado; así se observa en calle Entre Ríos, de Tucumán hacia el río, donde el agua sube a las veredas, aunque generalmente la destruc­ción se produce frente a las bocas de desagüe, como en Catamarca y Mitre.
Ese año se reinician también las idas y venidas del finalmente frus­trado proyecto de monumento a la bandera, encargado a Lola Mora. El gobierno nacional gira en 1917, a la orden de la Municipalidad de Rosario, dieciocho mil pesos destinados al levantamiento del embargo que pesa sobre las distintas esculturas de la artista, depositadas en cau­ción en la Aduana rosarina, con lo que se renuevan las esperanzas de que luego de ese aporte no surjan más dificultades para concretar el famoso proyecto. Pero unas semanas después, en agosto, La Capital anuncia: El monumento a cargo de la escultora Lola Mora de Hernández sufre nuevas demoras. Nadie imaginaría entonces que aquellas estatuas no constituirían nunca el Monumento a la Bandera; que éste sería pro­yectado finalmente por Alejandro Bustillo y Angel Guido e inaugu­rado en junio de 1957 y que las obras de Lola Mora, después de pere­grinajes por distintas zonas de la ciudad y de sufrir el vandalismo de los propios rosarinos, terminarían formando parte, desde 1998, del Pasaje Juramento.
Si no faltaban quejosos por los vaivenes del proyecto de la artista, eran muchos más los que se irritaban por los incumplimientos del gobierno respecto de los jubilados, un tema recurrente en la Argentina. En julio de 1917, se advierte una fuerte inquietud en el sector de los pasivos municipales, a los que se les adeudan para entonces cuatro meses. No son los únicos postergados; en septiembre, un maestro jubilado escribe al diario de los Lagos: Si es verdad que la correspondencia llega a esta ciudad por vía fluvial, como asegura este diario, ¿cómo y por qué razón no llega la planilla para el pago de enero a los jubilados del Rosario. De enero a septiembre, según se sabe, median nada menos que nueve meses: todo un parto...
Por los mismos días, la prensa recoge denuncias sobre un nuevo modo de perpetrar robos en los comercios rosarinos: El ladrón pene­tra a un negocio y adquiere alguna mercadería y abona la misma con un billete de regular valor al que va adherido un pelo casi imperceptible o un hilo que sin poner atención no puede notarse mayormente. Al ponerse el billete en el cajón, por lo general dicho pelo o hilo queda afuera, y entonces el ladrón distrae al comerciante, y tirando de aquél vuelve a apropiarse del billete, que sale fácilmente por la abertura entre la tabla superior del mos­trador y el borde del cajón...
Pero la ciudad, más allá de las minucias de la vida diaria, crecía también en lo cultural ese año con la creación de la ya mencionada Comisión de Bellas Artes, que iba a tener relevancia en el apoyo a muchos artistas importantes surgidos en la ciudad en las dos primeras décadas del siglo. Su primer presidente, entre 1917 y 1919, sería uno de los infaltables hombres de la clase que Alicia Megías denomina de "notables-dirigentes", que manejaría el poder en Rosario: Fermín Lejarza (1917-1919,1925-1927 y 1930-1931), a quien sucederían otros no menos conocidos como Nicolás Amuchástegui (1919-1920), Magín Andrada (1921), Mario Goyenechea (1921), Juan B. Castagnino (1924-1925), Alfredo Guido (1927), Juvenal Machado Doncel (1928) y Antonio F. Cafferata (1928-1930). Otro de los prohombres, Calixto Lassaga, ocuparía la presidencia de una de las instituciones fundadas ese año, el Colegio de Abogados, cuya actividad se iniciara el 4 de junio de ese año.
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame” Tomo II Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones.

martes, 24 de septiembre de 2013

La reacción en Rosario

por Rafael Ielpi



En Rosario, todos aquellos sucesos tendrían una repercusión tan inmediata como colectiva. El 9 de enero, La Capital informa que la FORA ha declarado la huelga general desde las 2 de la mañana del día anterior, agregando inquietantes detalles: Desde las 12 del día, los huelguistas asaltan los tranvías, obligando a descender a los pasajeros y col­gando banderas rojas. Mientras la prensa rosarina comenta la continui­dad de la agitación obrera en la Capital Federal, con choques sangrien­tos con la policía y la tropa de línea, los empleados y obreros municipales rosarinos que habían ido también a la huelga se encuentran con una novedad alarmante al pretender reintegrarse al trabajo: el intendente Arribillaga declara que no tomará represalias contra quienes deseen retomar sus tareas, pero que no despedirá a los "rompehuelgas" con­tratados. Por lo que aquéllos sólo podrían ingresar si se produjese alguna vacante...
El paro de marítimos, ferroviarios y municipales convirtió a la ciudad en un escenario inusual, recorrido por contingentes policiales y militares y por grupos de trabajadores intentando concretar reunio­nes y mítines. El 13 de enero, se produce un enfrentamiento de san­griento saldo en uno de los locales ferroviarios, lo que hace prever jor­nadas difíciles.
Un día después los rosarinos se hallaron, al despertar, ante una ciudad que había amanecido silenciosa, aun con sus calles recorri­das por los tranvías, cuyo servicio sería normal, y algunos coches par­ticulares custodiados por agentes armados, mientras se advertía la ausencia de coches de plaza y de carros, que habitualmente eran una presencia nutrida en el centro rosarino. La excepción eran algunas jardineras de reparto y los carros de varias cervecerías, encargados del reparto de hielo, una costumbre habitual en el verano. Por la tarde —informa La Capital—, se vieron algunos automóviles y carruajes y el famoso automóvil de la Federación Ferroviaria, con la bandera negra con ini­ciales de oro F.O.F.
Los comerciantes, en una ciudad todavía sin incidentes, decidie­ron pese a ello cerrar sus puertas por precaución, y lo mismo ocurri­ría con los bancos. El temor cundiría más allá de la zona céntrica: Fuera ¡le los bulevares, en el radio comprendido por las calles Salta, Rivadavia y Güemes, hasta la Estación Rosario Norte, los pequeños comercios estaban también cerrados, dando la impresión de que se trataba de un día domingo, comentaba el mismo diario, mientras todas las dependencias nacio­nales eran ocupadas por fuerzas del ejército, en previsión de posibles des­órdenes, ocurriendo lo mismo con el local de la sección Tráfico de la Federación Ferroviaria, donde ya se habían producido algunos enfren-tamientos menores.
La impresión de que se apelaría a la represión si fuere necesa­rio se fortaleció con la llegada a Rosario de unos 200 soldados pro­venientes de los regimientos 6 de Infantería, 3 y 9 de Caballería. No eran sin embargo los únicos armados. El diario fundado por Ovidio Lagos se alarmaba: Ha llamado la atención de los empleados del Banco Municipal de Préstamos la gran cantidad de personas que fueron a retirar armas de fuego que tenían empeñadas. Se calcula que se han retirado cerca de 300 revólveres y se registraron distintas agresiones a tiros contra trenes en varios puntos de la ciudad, con un saldo de heridos de diversa consideración. A mediados de enero, con la llegada de los regimientos 5, 8 y 2 del ejército, las tropas nacionales enviadas a la ciudad suman ya 1100 hombres.
El Jefe Político Lagos, encargado de garantizar el orden en el Rosario, tuvo tiempo entre tanto revuelo y preocupación ciudadana para otorgar una entrevista al diario de sus antepasados e intentar desactivar cualquier temormanifestándonos que la población podía descansar tranquila porque no sólo se contaba con elementos para mantener el orden, sino que éste no sería alterado por los obreros sensatos a quienes la policía no iba a hostilizar.
El abogado devenido en funcionario del gobierno provincial demostraría rápidos reflejos ante la escalada de protestas obreras: Desde que estalló la huelga ordené que todas las fuerzas de la policía se concentraran en el Departamento, a fin de evitar que estando dispersas en las comisarías pudieran ser batidas en detalle. Concentradas todas las fuerzas policiales en la jefatura, estamos listos para acudir al primer llamado de auxilio que se nos haga desde cualquier punto de la ciudad. De paso, señala la diferencia existente, a su juicio, entre la situación rosarina y los hechos ocurridos en la Capital Federal: Contra los obreros no tengo ninguna prevención y así pue­den comprobarlo ellos mismos al ver cómo la jefatura de esta ciudad no ha adop­tado las medidas de fuerza que pone en práctica la policía de Buenos Aires. Allí, a pesar de no haberse decretado el estado de sitio, es suficiente que se acerque a una fuerza armada un grupo de personas para que se le intime a disolverse bajo amenaza de proceder de inmediato.
Como demostración de buena disposición, el Jefe Político auto­riza una reunión de los obreros ferroviarios en el tradicional "Salón Ariosi", del Barrio Talleres, centro de reunión habitual del gremio. Esto es una demostración de que la policía no trata de presionar al elemento obrero sino de proceder contra los agitadores de profesión, que tratan de dar carácter revolucionario a una huelga del elemento proletario, que vela sim­plemente por sus intereses particulares, se ufana Lagos en el reportaje de La Capital.
La prensa rosarina, como aporte y desde su punto de vista, res­ponsabiliza al gobierno radical santafesino de la falta de soluciones inte­grales a los conflictos obreros, en años en los que se reiterarían hechos de enorme gravedad como las huelgas de la Patagonia, con su secuela de fusilamientos y represión, y las de La Forestal, en el norte de la pro­vincia, también resueltos con la presencia de las tropas militares: Es tiempo ya de que el gobierno de la provincia se resuelva a encarar con un crite­rio inteligente los conflictos obreros que con harta frecuencia se vienen produ­ciendo en todo el territorio. La despreocupación más absoluta en cuanto se refiere a las cuestiones obreras y a los conflictos ha sido y es la característica de nues­tro gobierno, cuyos hombres parecen no darse cuenta de los grandes intereses que entran en juego en tales movimientos, dice La Capital el 14 de enero de 1919, aportando un grano de arena más a una campaña endere­zada, por elevación, contra el gobierno popular iniciado el 12 de octu­bre de 1916.
Los conflictos se desgastan sin embargo en la negociación infruc­tuosa cuando no en la dura represión policial o militar, y la ciudad se dispone a entrar en los años 20, los llamados "años locos", cuyo tér­mino iba a significar el comienzo de la "década infame", iniciada con el derrocamiento de Yrigoyen por un golpe de Estado, el primero de una larga serie de interrupciones del sistema democrático en la Argentina.
Pero si 1919 no fue año propicio para el presidente por los altí­simos costos políticos que pagó su gobierno, pese al innegable apoyo de vastos sectores populares, tampoco lo serían los dos anteriores, sig­nados por las intervenciones decretadas por el Poder Ejecutivo nacional estaban generados sin embargo en la necesidad  de “normalizar “provincias en las que el radicalismo Haba dividido o con graves disensos internos, para accionar de ese en busca de condiciones que posibilitaran su triunfo en elecciones posteriores.

Así y con dichos objetivos se concretaron veinte intervenciones  en el transcurso de la primera presidencia de Yrigoyen, sólo cinco de los cuales fueron aprobadas por el Congreso. La más importante fue '' Buenos Aires, en abril de 1917, por tratarse de la primera decisión de este tipo, en la principal provincia argentina y por concretar ''"loción del gobernador Marcelino Ugarte, por entonces el dirigente   conservador de mayor peso en el país. La intervención, encomendada a José Luis Cantilo, concretó la necesaria reorganización , institucional del Estado bonaerense y llamó a las elecciones que con­staron el triunfo de la UCR con José Camilo Crotto como can­didato a gobernador.
[ Se sucedieron luego medidas similares en Corrientes, en noviembre del mismo año, con un resultado final adverso al yrigoyenismo por el triunfo final del Pacto Autonomista Liberal, favorecido por la repentina fuerte del caudillo radical, coronel Angel Blanco, aunque el presidente aceptó sin embargo el resultado del Colegio Electoral y la asunción del liberal Adolfo Contte; en Mendoza, donde el proceso de normalización permitiría el triunfo de José Néstor Lencinas en las daciones del de enero de 1918; en la Legislatura de la provincia  de Córdoba, en busca de la unión del radicalismo que, pese a las gestiones del interventor Daniel Frías, volvió a dividirse en vísperas de defecciones del 17 de noviembre de 1918,permitiendo el triunfo de los conservadores.
 También en 1917 se produjo la intervención a Tucumán, en procura terminar con las divisiones partidarias en esa provincia, gobernada por el radical Juan B. Bascarya quien jaqueaban conservadores y radicales opositores en el Congreso. Esta intervención terminaría con Posición de Bascary en su cargo, por decisión del propio Yrigoyen. En diciembre de 1917, por último, se produce la de la provincia de Jujuy, gobernada desde 1916 por el conservador Mariano Valle. La efi­cacia de la gestión del interventor Justo P. Luna se comprobaría en las elecciones de marzo de 1918, en las que triunfó el radical Horacio Carrillo.
Ya iniciado 1918, el vendaval intervencionista no se detuvo, continuando en La Rioja, en el mes de abril, con un proceso "repara­dor" que recién terminaría dos años después con la elección del yrigoyenista Benjamín Rincón, y en Salta el 27 del mismo mes, inter­vención federal que culminaría, en este caso, con la elección de Joaquín Castellanos el 15 de diciembre de 1918.
A esta última seguiría paralelamente la de la provincia de Cata-marca, gestión atravesada por renuncias de los enviados del Poder Ejecutivo Nacional, acuerdos de la UCR (de exiguo caudal electoral en la provincia) con un sector del conservadurismo, división de los radicales en "orgánicos" o yrigoyenistas y "reaccionarios", como mote­jaban estos últimos a los partidarios del vicepresidente Pelagio Luna, y acusaciones de parcialidad de la policía hacia la oposición. Todo ello hasta concretarse las elecciones del 30 de noviembre y sus comple­mentarias del 21 de diciembre, que permitieron finalmente la elección de Ramón Cleto Ahumada, que había sido reciente gobernador del régimen conservador, y a quien se convenció de afiliarse a la UCR para garantizar los votos que permitieran el triunfo de un gobierno afín al presidente...
Acallados aunque no del todo los ecos de la Semana Trágica, el gobierno había continuado en los primeros meses de 1919 con las intervenciones. El 26 de mayo se decreta la del Poder Legislativo de San Luis, esta vez por la división de los radicales púntanos, que gobernaban desde el 18 de agosto de 1918 con Carlos Alric como primer mandatario provincial, sucediéndose funcionarios nacionales desde ese mes de mayo de 1919 a noviembre de 1922, cuando asume el con servador León Guillot, triunfador en las elecciones de julio de dicho año. El 17 de octubre es el turno de Santiago del Estero, gobernada a través del fraude por la conservadora Unión Democrática. Allí tambien la intervención mostró su habilidad para restañar los disensos entre radicales y posibilitar el triunfo de Manuel Cáceres en las elecciones del 7 de marzo de 1920.
Serían sin embargo los conflictos con sanjuaninos y mcndocinos los que provocarían los episodios más graves. En San Juan, cuyo gobierno ejercían los conservadores, la presencia y liderazgo del radical Federico Cantoni, un caudillo popular indudable, capaz de reacciones y procedimientos extremos, constituyó siempre un problema para el presidente Yrigoyen, y lo mismo ocurría en Mendoza          
José Néstor Lencinas.
Las medidas federales en San Juan iban a culminar de modo trágico, dos años más tarde, con el asesinato del gobernador Amable Jones que había asumido la conducción provincial tras el triunfo del radicalismo sanjuanino unido, en mayo de 1920, y cuya muerte a balazos en una emboscada en la Rinconada del Pocito, el 20 de noviembre de 1921, fue el desenlace de una larga serie de enfrentamientos entre el yrigoyenismo y el sector "bloquista" liderado por Cantoni, a quien se acusó de ser instigador del asesinato. Nuevas intervenciones, que se prolongaron hasta el gobierno de Alvear, culminarían con las elecciones de enero de 1923, que determinaron el triunfo del cantonismo la ulterior asunción de su caudillo, quien había estado encarcelado hasta el 31 de mayo de 1922 acusado del asesinato de Jones y fin liberado en esa fecha a través de un recurso de amparo al que se hizo lugar por su condición, entonces, de senador nacional.
Con Lencinas, las relaciones tampoco fueron tranquilas, pese a que ambos (Yrigoyen y él) se encontraron y dialogaron aún en los momentos más rispidos, como en 1920, cuando el presidente le hizo llegar una carta personal, alertándolo de la ingrata impresión que tiene de que  elementos de corrupción empiezan a infiltrarse en su gobierno.  La misiva recibe una respuesta durísima, que expone claramente las diferencias que enfrentaban a los dos caudillos populares, ya que el “Gaucho” Lencinas también lo era, al punto de ser poco menos que venerado por las clases populares de su provincia, históricamente gobernada hasta su elección por los conservadores de rancia estirpe. Su carácter fuerte y su personalidad lo llevaban muchas veces a actitudes sin regreso o de difícil solución.

Mendoza, enero 3 de 1920. Mi estimado doctorYrigoyen: He querido
dejar pasar unos días después del regreso de mi ministro Puebla, quien
ha venido un tanto alarmado con motivo de un anatema sentencioso
de su parte de que la situación de Mendoza está en el aire y hay que liquidarla. Esto dicho por usted, me agravia y me molesta en sumo grado. Ya le he manifestado muchas veces que a mí los puestos públicos no me mueven, no me llaman la atención, ni me enferman de impor­tancia; no me producen intranquilidad alguna y de la verdad de ese aserto está Dios de por medio que me ayuda y me protege. No le tengo miedo a nadie y menos a usted, que desde luego está vencido, si piensa un poco y medita más, porque no es con actos de injusticia con los que se funda­menta nada estable en la creación, sean las cosas grandes o chicas y de la naturaleza que fuesen.
(Dardo Olguín: Dos políticos y dos políticas. Emilio Civit y José Néstor Lencinas, Edición del autor, Talleres Gráficos D'Accurzio, Mendoza, 1956)

Lencinas, que había asumido en marzo de 1918, tuvo que abandonarmar temporariamente la gobernación por enfermedad para reasu­mir en julio de 1919, aun cuando debió enfrentar en forma permanente  la dura oposición de los sectores económicos poderosos, como los bodegueros, y la de un sector del radicalismo. Su muerte el 20 de de 1920, pareció librar a Yrigoyen, quien sentía en verdad respeto por el viejo caudillo mendocino pese a sus desplantes al gobierno
Central,  de un serio problema. Pero no sería así: el apellido Lencinas  volvería cruzarse amargamente en su camino.

La toma del poder por el radicalismo entraña una verdadera revolu­ción.Y como tal, debe ser inexorable para todo aquello que se le oponga. Pero en este caso la revolución se queda en amago. Con una política blanda, legalista y conservadora de muchas cosas que debía destruir,Yrigoyen malo­gra la misión revolucionaria que el pueblo le ha confiado. Vista con ese espíritu moderado y cauto, la decidida actitud del lencinismo se aprecia desde Buenos Aires como un "atropello" o un "desmán", reñido contra las leyes y reglamentos. Pero el lencinismo asume en ese momento el ver­dadero papel revolucionario. Representa la decisión "radical" de terminar de una vez por todas con el "régimen".
(Olguín: Op. cit.)



Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo II Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones.

lunes, 23 de septiembre de 2013

CAMINO AL SOROCABANA


Por. Rubens Bonifacio *

Sin embargo, su malestar crecía pensando que no habría ma­nera de sincerarse con su mujer, explicarle que no podía jugar el producto de toda una vida a una sola carta y en un solo y mise­rable instante, a pesar de los otros, porque ella, desde luego, se sentiría tan poca cosa viendo sus palabras caer en el vacío, y segu­ro que al despedirse, a eso de las once y pico, lo besaría sin ganas, con cierta reserva que él rumiará con amargura, acodado en la ven­tanilla del tranvía, mirando pasar un enjambre de motonetas rapi­dísimas. Caminaría cinco cuadras a pasos regulares y sin apuro y podría descubrir la prisa en los rostros de la gente bajo el mediodía. Las vidrieras de la calle Córdoba —repletas de objetos multicolores— le producirían las sensaciones caóticas e indescriptibles que a ve­ces lo anonadaban; un cafecito en el Sorocabana, apuntalaría las fé­rreas estructuras de la rutina. Al salir, serían las doce menos cinco en el reloj del Trust y entonces le acosarían su imaginación los gru­pos de empleados que aguardaban en cada esquina, inquietos e inquietantes, arrebatados de su pauta cotidiana para decirles que no a muchas cosas.
** El escritor y a la vez dirigente sindical Rubens Bonifacio cuenta las tribulaciones de un empleado que duda en plegarse a la histórica  huelga bancaria de 1959, temiendo tanto el juicio de sus compañeros como el de su mujer.

Fuente: extraído de la revista Rosario Ilustrada  Guía literaria de la ciudad. Año 2004.  Editorial Municipal de Rosario.

viernes, 20 de septiembre de 2013

POR UNA TACITA DE CAFÉ


En Rosario, se hizo la costumbre, espe­cialmente en los barrios y en los clubes ir a tomar un café con los amigos, que se encontraban después de almorzar o cenar, quedándose a veces, horas ju­gando al truco, para seguir mintiendo los problemas del día        concentrados sobre una tacita de café.
 Entre los recordados cafés, había uno, casi sobre la avenida Belgrano, el "Cittá di Lavagna", donde se jugaba a las bo­chas, se comía buena faina y se absor­bía una buena taza de café, entre los italianos del centro, el Bar "Victoria", el mitológico "Villamil", lugar prefe­rido de los jóvenes de los años 60, el concurrido "Resorte", muchos de estos están refaccionados. Quien no se acuer­da del Bar-Almacén "El Riel", frente a la Estación de trenes, con su mostrador de estaño, donde muchos tomaban una ginebrita o un humeante y oscuro café, el famoso Almacén y Bar "La Alianza" o el Bar "Chiche" de Roberto Barra, donde se reunían los carreros que lle­vaban las mercancías al Mercado y se tomaban un buen café caliente antes de empezar el trabajo.
En calle Córdoba había dos conocidas cafeterías, donde casi siempre se tomaba el café de pie, al borde del mostrador, el "Sorocabana" y casi sobre calle Corrien­tes, el "Panambí", donde eran famosas las tacitas de porcelana china, con una traslúcida mariposa, que hacía placente­ro tomarse un buen aromático café.
Pasan los años, pero cuantos recuerdos y leyendas se pueden escribir una tacita de café
Fuente: extraído fragmento de la revista “Rosario, su Historia y su Región  Fascículo Nº 92.  de diciembre 2010 Autor: Silvio R. Vaccarezza.